Este es un blog que se nutre de metaideas surgidas de todo espontil venidero en periodos digestivos, salvo, y claro está, improperios improcedentes que impresionen improbas improntas. (lo que esto significa, de mucho importa)

 

30 septiembre 2005

La última vez que vine aquí, nací


Esta es la frase que ayer me dejó unos minutos fuera de juego.

Todo empezó cuando fui a ver al hospital al hijo recién nacido de un amigo no tan recién nacido. (Enhorabuena, Nicolás y padres)
Pensando pensando, me di cuenta de que efectivamente, nunca había vuelto a aquel lugar, lugar donde nací.

Parecerá una tontería, pero cada vez que lo pienso me entra un gusanillo por el cuerpo.

Como no podré volver a decir esa frase, la despido despidiendo este post-e con ella:

- La última vez que vine aquí, nací -


20 septiembre 2005

Érase una vez una vez

Buenos días. ¿Quién es el último o la última?

A las 7 horas y 36 minutos, en la cola del ambulatorio de la Seguridad Social había 6 personas. Sin embargo, y a pesar de la sencillez de mi pregunta, la cosa prometía.

Una señorita, acompañada de un señorito de 2 metros de alto por otros tantos de ancho dijo -Nosotros- con voz firme y segura. Acto seguido un señor de unos setenta y dos años, un mes y cuatro días, aproximadamente, apuntaba que después de él un muchacho tomó la vez, y no satisfecho con la vez fue también a tomar café, pero que volvería. Rápidamente el señor fue corregido por otra señora, ésta de unos cincuenta y seis años justitos aproximadamente.
-Sí, pero el muchacho va delante mía, y a él le da igual, porque él (refiriéndose a mí) va detrás de esa muchacha (la que está junto al muchacho de dos por dos cuatro)-
-Ah- Asintió el caballero de la quinta de Di Stéfano.
Como ya todo quedó en  orden, la de cincuenta y seis justitos aproximados sabía que algo no iba bien, dejando en el aire una nueva cuestión:
- Todos estáis aquí para consulta, ¿no? ¿o hay alguien para análisis?
La pareja de ella y el cuatro (pongamos del veinticuatro sin preguntar por qué ella es el dos) reaccionó al instante:
-Yo vengo para análisis-
La de cincuenta y seis me miró profundamente y me dijo "Entonces tú vas detrás mía, porque ellos van directamente arriba".
Creo que simultáneamente les dijo al veinticuatro: "Vosotros no hacéis cola. Tenéis que subir a la primera planta del tirón. Llevas el bote, ¿no?"

De nuevo todo estaba en orden: El veinticuatro no tenía que coger número. El primero para las citas era el señor de los años treinta, después un señor silencioso, a continuación el caballero ausente del café, le seguía la de cincuenta y seis, y por último estaba yo, con el número cinco.
De repente llega otra señora.
-¿Quién es el último?
- Yo- Replico rápidamente, antes de que se repita la explicación anterior.

En ese momento, aparecen dos caballeros. Uno de ellos se mezcla entre los cinco de la cola y el veinticuatro, y el otro pregunta -¿quién es el último?-, y el veinticuatro contesta:
-Este señor de aquí acaba de llegar-, y el aludido responde -¡Nooo!, yo vengo de tomar café- mientras sonríe y nos mira a todos.
- Entonces es esa señora- Dijo alguien señalando a la recién llegada.
- Pues ya soy yo- Dijo quien acompañaba al que tomaba café, mientras pensaba para sus adentros: "Encima de que vengo sin desayunar se me cuela uno que viene de tomar café. Será el tío cara. Cagondieeeez"
- ¿Qué vienes, para cita o para análisis? (Otra vez la de los cincuenta y seis. -Señora cállese, que usted es la cuarta de la fila, y ya va por el ocho- Pensaron seis de la cola)
Por fortuna, todos, salvo el veinticuatro, que no necesitaba número, estábamos allí para coger cita, aunque eso no fue óbice para que la de los cincuenta y seis explicase el porqué de su inquisición.

Otra señora, conforme se aproxima a la cola pregunta:
- ¿Quién es el primero?
Y se hizo un silencio. Esa pregunta no se la esperaba ni la de los cincuenta y seis.
A los tres segundos o cuatro, el que entonces era el último no tuvo más que decir: -El último soy yo-, y susodicha señora se excusó:
-Es que yo para saber quién es el último pregunto quién es el primero- y nos miró a todos sonriendo. (Se ve que estaba en la cola para coger cita con el psiquiatra)

Ya eran las ocho menos diez, y a la cola llegaba gente sin cesar, por lo que las preguntas y respuestas se sucedían sin orden aparente.

- ¿Quién es el último?
- Qué fríííío.
- ¿Para cita o para análisis?
- El muchacho de la camisa roja acaba de llegar. Pregúntale.
- Para citas.
- No, yo vengo con ella.
- Pero frío, chiquilla.
- ¿Esta es la cola de urgencias?
- ¿Quién es la última?
- Hola Manolita. ¿Cuánto tiempo sin verte por aquí?
(Supongo que la respuesta sería: Sí, es que llevo unos días sin venir porque he estado mala)
- Buenos díaaas
- ...
Etcétera.

De repente, cuando en la cola (que ya no era cola sino bulla) había más de una treintena de personas, se abrieron las puertas del ambulatorio y todo el mundo (salvo el veinticuatro) acudió a la ventanilla de citas. He de decir que me sorprendió una barbaridad cómo el barullo de la puerta se ordenó en cuestión de segundos y todo el mundo se puso en su sitio:
El veinticuatro subió las escaleras para su análisis. Di Stefano cogió su pole position, después el silencioso, el del café, la de cincuenta y seis, fernanblog, otra señora... y así hasta el último, que seguía sin llegar.
Cuando salía con mi preciada cita para las 12 del mediodía seguía llegando gente a la cola, con lo que después de tanto alboroto me tuve que ir con el mismo interrogante con el que había llegado.
Me temo que la próxima vez que vaya al ambulatorio tendré que volver a preguntar ¿Quién es el último?, y a ver si de una vez por todas me entero y no tengo que volver a preguntarlo.



 
Este blog nació el 29 de abril del año pasado. En las cosas del hablar podrás saber el porqué de lo que se escribe aquí, que es lo que se lee allí donde tú estás.
 
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