Este es un blog que se nutre de metaideas surgidas de todo espontil venidero en periodos digestivos, salvo, y claro está, improperios improcedentes que impresionen improbas improntas. (lo que esto significa, de mucho importa)

 

19 mayo 2005

Todo empezó con filomatic.

De toda la vida el buen afeitado era fuero exclusivo del profesional de las espumas y diestro navajero: el barbero.

Sin embargo, el ingenio humano fue capaz no hace muchos años de construir un pequeño artilugio, en forma de "T", en el que se insertaba una afiladísima cuchilla, y al pasarla por el careto de uno los bigotillos desaparecían ipso-facto, sin tener que ir a la peluquería y hojear los interviús hasta que tocara el turno, que en aquella época no era como ahora.
Esos artilugios se llamaron "Filomatics", y en toda casa no habitada por imberbes podía encontrarse alguna de ellas.
Los barberos, por esa causa pelaban más y afeitaban menos, aunque a muchos señores reseñoreados se les seguía afeitando, siendo un hábito menos común pero notablemente más distinguido.

Como la manipulación de la hoja o cuchilla entrañaba algún riesgo, y sobre todo era incómodo, unos señores muy despiertos ingeniaron unos afeitadores parecidos a las filomáticas, pero de usar y tirar, y en los que no había necesidad de intercambiar las láminas cortantes.
No se sabe por qué, pero todas eran azules, y se vendieron como rosquillas, no siendo óbice de las ventas el hecho de que la gente les diera varios usos antes de tirarlas, sobre todo los barbilampiños como yo.

Sin embargo, algo no cuadraba. Los morros del personal no quedaban demasiado suaves, y algo había que hacer.

Y se hizo. Otros espabilaos inventaron la máquina desechable de doble hoja cortante. La primera levantaba el vello y la segunda lo cortaba, de forma que los folúnculos quedaban chaspados a nivel subcutáneo dando lugar al "acabado perfecto", frase entrecomillada que esloganeó el nuevo producto.
Todo un éxito. Además, como las anunciaba un simpático mozo al que después besuqueaba una elegante señorita, millones de rudos barbudos se vieron reflejados en el mozo, y compraron y compraron, hasta producir a los señores espabilaos unas ganancias tan extraordinarias que se las gastaron en comprar un departamento de márqueting, que les sirvió para convencer a los mismos rudos barbudos de antes de que si además de afeitarse usaban cremas, espumas, geles y aftershaves, era aun mejor para ellos. ¡Y lo consiguieron!

Corría ya el año dos mil masomeno, y todo parecía en equilibrio. Afeitado suave, cabello raspado bajo cero, potingues post-afeitado... Por fin en un aspecto de la vida se había hecho algo bien. El ser humano había conseguido algo perfecto: el afeitado perfecto.

Entonces llega otro gachón y se inventa la maquinilla de afeitar de usar y tirar con triple hoja, para apurar aun más el afeitado subcutáneo, que ya era perfecto. Será que hay peludos excepcionales que por la morfología de su cutis requieren una tercera pasada, como además ahora llevan amortiguadores, sensores y láminas con esencia de alohe vera... puede ser, ¿por qué no?

Puede ser no, ES. Se venden a pesar de que valen más caras que las maquinillas de afeitado subcutáneo perfecto, y encima se venden más.
No con esto, otra mente lúcida añade una cuarta hoja al maravilloso invento, y se sigue vendiendo... y ya no hay quien compre una maquinilla azul de doble hoja porque las han retirado del mercado ¡¡y eran perfectas!!

Para colmo, lo último ya es añadirle una pila que produce, mediante un circuito cerrado, una estimulación sobre la piel de uno, que yo no sé que hará, pero dicen que es mejor. Pues será mejor, ¿no?

Yo... yo creo que no, mira tú ¿verdad? ¿cómo se afeitarían si no Julio César, Cristóbal Colón, Don Juan Tenorio y Marco Polo? ¿cómo?
Yo no tengo ni idea, escríbelo tú ¿no?

Hasta mañana o pasao.



Post-illas:
Por suposte, y por supuesto, por muy buena y requete espléndida nueva maquinilla que saquen al mercado, para las mujeres no valen. A ellas les tienen que ofrecer la maquinilla navaja en tonos rosa, turquesa y frambuesa, y con muchas curvas, y diseños estrafalarios que no vienen al caso. Es digno de ofensa. Pues venga: me ofendo.

La verdad, es que me siento como si yo mismo hubiera o habiera escrito este post-e del amigo fernanblog, porque los recientes anuncios de maquillinas, así me lo habían hecho pensar. Muy bien descrito, sí señor.

No nos dejemos engañar ni engatusar, señores. Y con jabón se afeita uno mejor. These were my words. May the Force be with you.
 
desde luego que sí, mostro, dí que sí! esto es un atropello brutal! La culpa de todo esto la tiene Gilét, Gillete, que es lo mejor para el hombre (la canción no la han cambiado para las féminas?). Hombre ya!
 
Bic
 
Sobre Gillete ver blog o misantropo enjaulado
 
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